jueves, 12 de marzo de 2009

No hagas daño ni permitas que te lo hagan





Una serpiente mordía a todos los que se acercaban a su cueva.
Cierta vez pasó por ahí un santo. La serpiente intentó morderlo, pero al acercarse perdió su ferocidad y quedó cautivada por la tranquilidad del hombre, quien le dijo: "Escucha amiga mía, en el futuro no hagas daño a nadie".
La serpiente inclinó su cabeza.
Cuando el santo se fue, la serpiente entró en su cueva y comenzó a llevar una vida de inocencia.
Se corrió la voz de que la serpiente era inofensiva, y entonces, la gente comenzó a molestarla.
Algunos le tiraban piedras, otros la arrastraban desconsideradamente de la cola.
Después de cierto tiempo volvió a pasar por aquel lugar el santo, y viendo lo magullada que se encontraba la serpiente, se compadeció de ella y le preguntó la causa de tal calamidad.
La serpiente contestó: "Señor, he sido reducida a este estado porque no he hecho daño a nadie después de haber recibido sus instrucciones".
Sonriendo, el santo le dijo: "Querida amiga, yo te aconsejé que no hicieras daño a nadie, pero nunca te pedí que dejaras de comportarte como eres, auténticamente.
Aunque no debes morder a ninguna criatura, puedes mantener a la gente a considerable distancia asustándola con tu silbido.
El santo narró esta historia a un amigo y lo aconsejó, haz que los demás te respeten.
No hagas daño pero, al mismo tiempo, no permitas que otros te dañen a ti. Recuerda que eres una criatura del universo, con tu forma de ser. Recuerda el mandato de Jesús, ser manso como las palomas y prudente como la serpiente, pero no hacer lo que hizo la víbora de esta historia.
"El amor y la comprensión deben ser tus virtudes, pero eso no te debe volver cobarde."

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